16.11.08

La (des)dicha de venir de Venus




Ser mujer duele (y diciendo esto evoco en mi mente infinidad de avisos públicitarios de analgésicos contra el dolor menstrual). Pero sí, está absolutamente confirmado que, si sos mujer, tu adolescencia no va a ser menos que traumática. No solo porque vas a tener escuchar y tolerar los comentarios de más de un idiota que, porque es hombre, se cree la salvación del sexo femenino y espera que le besemos los pies mientras planchamos, cocinamos, limpiamos y tejemos al crochet, sino porque la vida de la mujer es difícil... bueh, nosotras la hacemos dificil, porque en el fondo, queremos que ese idiota nos diga "que lindo que te queda ese color de pelo"... aunque nos termine diciendo "tenes algo distinto... ¿¿Estás más flaca??"


Todo empieza con tus gloriosos 12 años; una edad donde siempre es primavera shala-lala-la. Pero la madre naturaleza, envidiosa de nuestro regocijo, decide que es hora de transformarmos en señorita entonces, en el momento más inoportuno, ZAS!... te vino. En ese momento, entre la alegria de tu madra, tía, abuela y todos los vecinos a los que esta ultima se lo contó, te sentis privilegiada pero vos, a esas alturas, no sospechas lo que vas a tener que soportar de acá a los 50. A partir de ese momento, empiezan los dolores menstruales, el SPM (para alegría de nuestro entorno...) y otra serie de complicaciones como "sin tampón no me puedo meter a la pileta" y "no amor, estoy indispuesta".
Pero bueno, vos, muchachita ilusa, estás feliz. Ya no sos una nena, y estás en camino a convertirte en una mujer (Snif!) -aunque toda esa euforia se desvanece en el momento en que descubris lo incomodo que es usar una toallita, que suele ser más ancha que un ejemplar de "El Principito".
Con la pubertad, llega otro de esos rituales por los que las mujeres tenemos que pasar, al menos, una vez al mes: la DE-PI-LA-CIÓN. Ya cuando esa pelusita rubia, casi imperceptible y que era tan simpatica, empieza a oscurecerse magicamente frente a nuestros ojos y a crecer como consecuencia del río de hormonas que nos fluye por las venas, es momento de pasar por él. Aunque existen varios métodos para quedar lampiñas, podemos resumirlos a tres:
1. Maquinita o Gillette: la menos dolorosa y práctica; en 10 minutos y sin dolor, salvo por las eventuales cortaduras, podes depilarte casi cualquier parte del cuerpo. Desventaja: al otro día sentís como si te creciera barba en las piernas.
2. Depi-lady: Tortura china. No se quien habrá sido el genio que la invento (Ironía ON), pero seguro que no era mujer y, es más, seguro que las odiaba. Para que los hombres se den una idea de lo que duele, pueden probar ponerse una bandita elástica en la muñeca y, a contrapelo, hacerla rodar por todo el antebrazo.
3. Cera: Tortura china reloaded. No solo duele, quema... y te deja la gamba (o lo que te depiles) irritado y rojo camarón, cosa de que cuando salgas del centro de estética, o donde sea que se apliquen esta clase de castigos físicos, tengas una especie de cartel de neón sobre la cabeza que diga "SI, me depilé las cejas y el bozo (bigote)"
Las ventajas de los métodos 1 y 2 son que la piel te va a quedar lisita lisita de dos a tres semanas, o al menos eso te dicen.

Ahora, las que, como yo a los 15 años, tomaron la revolucionaria decision de teñirse el pelo de rojo (o de cualquier otro color) entramos en un circulo vicioso que nos convierte en "tinturo-dependientes"o, como lo indica su traducción al criollo, "boludas que van a tener que ir a teñirse el pelo de aca a la eternidad porque el rojo no te lo sacas con nada". La cosa empieza más o menos así:
Te levantas una mañana decidida a hacer un cambio radical en el mundo, a hacer algo novedoso que shockee a la sociedad; entonces, respiras hondo y decis con voz firme y decidida: "HOY ME TIÑO EL PELO". Vas a la perfumería mas cercana, te paras frente a la góndola de las tinturas y te quedás mirando la infinidad de marcas, totalmente overwhelmed por la situacion, hasta que una señorita, que parece apiadarse de tu situación, te ayuda amablemente a elegir aquel tono Rojo Granate Intenso que, por una cuestion de marketing, se llama ROJO CEREZA. Vas a la caja, contenta con tu elección, pagás y te vas. Entonces, y porque siempre lo casero es mejor, llegas a tu casa y y empezas con la dificil tareda de teñirte el pelo. Abrís el paquete, lees las instrucciones y ya estás lista. Preparas la mezcla y te pones los guantes que, muy oportunamente, vienen incluidos en la caja (por guantes entiendase: dos pedazos de nylon pegados, con forma de mano y absolutamente incomodos). En ese mismo momento te quedas paralizada con el recipiente (no metálico) en una mano y un mechón de pelo en la otra. ¿Ahora qué hacemos? pensas para tus adentros... y ya fué...sin poder evitar hacer un chiquero, pasas el mezclum ese a un potecito que, también muy oportunamente, nos facilita el kit que compramos y que tiene un útil pico aplicador. Listo. Ya Está. Empezas a poner tintura, como podés, de manera uniforme por toda la cabeza (A todo esto, tu frente, cuello y orejas ya estan empezando a tomar un color similar al que te va a quedar en la cabeza y que va a ser casi imposible de sacar con agua y jabón.) y te pones la bolsa de la perfumeria en la cabeza, para no mancharte (más) y para que el color tome mejor (¿?). Agarras el celular y, dejando todas las teclas de un color bordó, te pones la alarma para dentro de 40 minutos. En ese lapso de tiempo, el teléfono y el timbre van a empezar a sonar (probablemente sea la entrevista de trabajo) convirtiendote en la mujer más solicitada de la cuadra... y vos con esa bolsa en la cabeza!!... pero bueno, despues de dejar tu huella en el tubo del telefono e ignorar el timbre, vas a la ducha y te enjuagas. Tarea trabajosa, pero que no tendría que presentar ninguna complicación. Salis contenta de la ducha, y mientras te secas el pelo, descubris para tu desengaño que el color que a la chica del empaque le quedaba taaaaan divino e intenso a vos apenas se te nota... pero bueno, te consolas como podes diciendote a vos misma: seguro que con las próximas tinturas, el color agarra mejor.
Por lo menos te queda la satisfacción de saber que tu baño, tu telefono, tu celular, tu juego de blancos (toallas y sabanas) y tu ropa van a quedar con un color borgoña que pega barbaro con tu flamante cabellera y de que, de esta experiencia, podemos extraer una moraleja: La próxima vez, me voy a la peluquería.




2 comentarios:

BETA dijo...

Lo bueno es que la situación no va a hacer más que empeorar...
(Con humor, eh, que de todos modos se lleva la cosa).
=)(Soy MAM)

Dami dijo...

Ja!!! Y yo que pensaba que conseguir la ropa apropiada para casarme era un verdadero castigo!!!